miércoles, 25 de abril de 2007

Luces de la ciudad

Lujiazui visto desde el Waitan, el pasado jueves 19 por la tarde.

¡Hola a todos!

Cómo pasa el tiempo, cómo pasan los días, un poco de trabajo que se acumule de más, y las fechas vuelan sin que le quede a uno apenas tiempo para uno mismo. Ni para vosotros. Hay que estar vacunado contra las agendas para limpiarse con la noche de todo su veneno con que nos envuelven. Así que me doy por fin un respiro antes de acostarme, para enviaros algunas de las imágenes más bonitas que me ha dado Shanghai en los últimos días.

Esta Perla de Oriente es una ciudad maravillosa, es una chica guapa de metrópoli en sí misma, sólo que entre la humedad, la neblina y la persistente contaminación, en ocasiones se afea, se esconde, se marchita, se vuelve casi irrespirable (aunque la polución tiene la ironía de que llega a dar también atardeceres bellísimos).

Una vez oí decir de Chicago, que aunque Shanghai sea la Nueva York de China, siempre me imaginé Chicago como la Shanghai de los Estados Unidos... decía el dicho popular de la ciudad americana: "si no te gusta el tiempo de Chicago... espera una hora". Aquí en Villamar no es que sea la cosa para tanto, pero poco le falta, y con esperar medio día el tiempo puede haber dado la vuelta un par de veces.

Desde la última ocasión en que hablamos ha llovido en distintos turnos, y luego hizo un sol limpísimo como pocas veces, resplandeciente y de aire fresco y cielo azul azul azul. La ciudad se pone preciosa en esas ocasiones, descubres que los grises edificios de cristales tienen aristas brillantes, y un volumen y una belleza física y tangible, en sus reflejos y en sus hipnóticas formas, de una arquitectura tan extravagante como futurista y orgullosa, que te das cuenta de que no sólo es una ciudad bonita de noche, con su feminísimo maquillaje de neones y diodos, sino que las luces naturales de la ciudad le dan una presencia maravillosa. Es como si de verlo todo en una neblina sucia y gris, que tiende a aplanar toda perspectiva y la deja casi en dos dimensiones, con un horizonte difuso y feo, de pronto descubrieras que la realidad tiene una medida más, tres dimensiones, con muchísima energía y además bajo un sol brillante.

Lo que descubre uno entonces es que Shanghai está llena de sorpresas y de detalles desconocidos, y de que las luces de la ciudad son incluso más maravillosas antes de caer la noche...


Las dos fotografías que os muestro ahora son la prueba de este amor entre la luz y la ciudad que, a pesar de todas las industrias, traspasa los días y, cuando ha llovido lo suficiente, permite que el milagro se produzca y que se besen, con dulzura y maravilla, el cielo natural y omnipotente y el inmenso meandro, acicalado y femenino, de este vasto hormiguero de hombres entre los que vivo.

Como véis, poco antes de ponerse el sol, los reflejos de la luz tienen la inclinación perfecta para que no sólo se vayan iluminando, por orden, todas las bolitas de cristal rosa de la torre de televisión -y mirador, la más alta de Asia- Perla de Oriente, que véis en el futurista distrito financiero de Lujiazui (陆家嘴) a la izquierda, en la primera foto (es ya Pudong, 浦东,la orilla este del río, como sabéis). Además el sol llega tan perfecto que el azul y el dorado de varios edificios emblemáticos se refleja en las aguas del río Huangpu (黄浦江), y el resultado es tan sutil y de una poesía que no se puede recoger con palabras... Me encantó que estuviera ahí esa pareja de la imagen de arriba, es la metáfora perfecta, es la luz desnuda de Shanghai cuando está limpia. Deslumbra y enamora.

Con todo, minutos después de la iluminación, cosas del tiempo, cayó el atardecer y, entre el surco de las barcazas y la sirena de los buques a lo lejos, con él vino la noche.

A pesar de todo lo que os acabo de contar, y de lo maravillosa que descubre uno a Shanghai en los días que vienen después de la lluvia, lo más habitual es encontrarla cargada y polvorienta, sucia de emisiones carbónicas, cansada, gris, neblinosa y en ocasiones irrespirable. Así ocurrió por ejemplo este fin de semana, pero por suerte ayer mismo volvió a llover fuerte y hoy el aire volvía a estar limpio. Veremos mañana.

Casi todas las ciudades tienen un encanto especial cuando llueve. Esta, a pesar de lo que acabo de contar, y de lo maravillosa que la descubre uno cuando está desnudada por la lluvia, no sólo es un ejemplo clarísimo y seductor, sino que sean cuales sean las condiciones del cielo, casi todo el mundo que la visita coincide en que cuando se vuelve espectacular es por la noche.

En Europa no estamos acostumbrados al derroche de luces, neones, focos y millones de diodos intermitentes y coloridos con que se adornan y se prestigian los edificios más orgullosos de China. Es así, y en la medida en que las arcas lo permitan, diría que en casi todas las arcas del país. Allí donde haya un restaurante o un hotel, o un club de picos pardos con ciertos aires de distinción, no faltarán los letreros luminosos ni los miles de diodos. (El año pasado llegué a comprobar que hasta las carreteras de Luoyang, la milenaria capital imperial, hoy una ciudad provinciana encajada en la provincia de Henan, pretendían iluminarse con deslumbrantes paneles de color rojo en los costados, y hasta habían elevado una antena iluminada que recordaba vagamente a la Perla de Oriente del Pudong shanghainés... pero con todo, si hay una ciudad rica, orgullosa y luminosa por la noche en este país, ni tuvo ni tiene rival la Shanghai heredera de sus míticos años treinta de mujer fatal y lugar de perdición).

En la Plaza del Pueblo, al borde de donde los ingleses erigían la inmensa explanada colonial para su hipódromo británico, se veía así el domingo, bajo la lluvia y recién caída la noche, la torre Shimao que ya conocéis, 66 plantas y dos cuernecitos para este eficio-cabra de cristal que es sin duda el más alto de todo Puxi, mi lado del río, el centro histórico, al oeste del Huangpu.


Mirando hacia mi derecha, se llega hacia la que llaman nada menos que la Plaza del Mañana (明天广场), donde se erige el imponente edificio del mismo nombre, Tomorrow Plaza, en inglés, que alberga no sólo el hotel Marriott sino esa enorme e inolvidable silueta que habéis visto en bastantes ocasiones desde mi ventana.


Es muy curioso este edificio porque, con su punta de diamante y la esfera que contiene en el centro, en el techo, pretende representar un dragón con su perla, pero muchos susceptibles chinos, como la torre fue construida con capital japonés, se empeñaron en ver en él un "puñal que atraviesa el corazón de China" (!) y por lo visto montaron una polémica que oí que casi paraliza el proyecto, que se inauguró pocos meses antes de que yo empezara a vivir en el barrio.

Os pongo también esta fotografía, en la que se perciben los verdes y reconocibles anuncios de refresco que recorren toda Nanjing Dong Lu (南京东路) hasta llegar al Waitan (外滩), porque el domingo me reuní en esa torre con una artista en el lujosísimo recibidor del hotel, que se encuentra nada menos que en el piso 38 de esta mole, que tiene creo que 56, si no me falla la memoria.

Desde allá en lo alto, con piano de media cola y de estudiante en vivo, y dado que todavía veo complicado lo de darme el gusto de recorrer mi ciudad amada en helicóptero por la noche, me pude regalar unos momentos de contemplar desde arriba esa inmensidad tantísimas veces recorrida que es la Plaza del Pueblo (人民广场).


Se trata de un lugar inmenso, del que sólo os muestro una mitad. La zona era un circuito baldío para carreras de caballos hasta 1956, cuando los comunistas se hartaron del capricho británico y alzaron allí la Plaza del Pueblo, que no empezó a tomar el esplendor de hoy hasta finales de los años ochenta.

En primer plano, cortado, está el Gran Teatro de Shanghai, un frutero futurista y enorme construido en los noventa, donde se celebra entre otras cosas, en junio, la gala del Festival Internacional de Cine de Shanghai.

El edificio grande y blanco que brilla a la izquierda es el Ayuntamiento, con la forma típica, entre funcionarial y majestuosa, que tienen todos los ayuntamientos que he visto en el este de China, que parecen sacados del mismo molde, aunque diría que algo más pequeñitos que este.

El edificio redondo que véis en medio, y que imita la estructura de un pote de bronce antiquísimo que guarda dentro, es el Museo de Shanghai, dicen que el museo de arte chino con las mejores y más completas colecciones del país. Es estupendo, del bronce antiguo a cerámicas de todas las dinastías, de la caligrafía a las máscaras de madera más fascinantes que he podido ver por aquí. Y es que ya sólo verlo por fuera es como contemplar una obra de arte.


Frente a él véis un parque con unas fuentes... Por ahí cerca está el Parque del Pueblo (人民公园), una pequeña delicia de paz en el corazón de la ciudad, aunque no sale en la foto. En la zona que véis se suelen juntar niños, parejas, ancianitos, palomas y muchos aficionados a las cometas. Es un bonito lugar para pasear.

Algo más allá del museo se ve otro edificio pequeño, justo antes de las pantallas de televisión gigantes de los rascacielos del fondo. Se trata del Auditorio de Música de Shanghai (上海音乐厅), que en los años treinta era el mejor cine de la ciudad (incluso vi una foto de la época con los carteles anunciando la película Tarzán), y que ahora es el auditorio, un edificio precioso que, oh curiosidad, hace pocos años fue trasladado hacia el este, hacia el fondo de la foto, unos sesenta metros, para permitir construir la carretera elevada que véis, que tiene una de las mejores vistas de la ciudad (sobre todo al llegar al Waitan, donde hace una curva paralela al río, a los rascacielos y a los edificios coloniales, que hasta los coches ralentizan para contemplarlo y hacer fotos; sale en una toma inolvidable de la película Balzac y la joven costurera china). ¿Que cómo lo trasladaron? Lo elevaron en el aire con una grúa y lo movieron lentamente durante meses, hasta dejarlo en su posición actual. Si os contara la locura que se ha llegado a proponer con esa tecnología alucianríais...

Sin embargo por hoy se me hace tarde y la noche ya ha caído densa con su cuarto de luna. Me acuesto con el sabor en el ánimo de haberos enseñado con cariño el secreto más bello de mi ciudad amada, que es como darle un beso a una mujer especial que nos dejase verla a solas presumiendo con el traje que mejor le sienta: a mi Shanghai, las luces.

jueves, 19 de abril de 2007

Stradivarius en China

Yang Zhang, estudiante destacado del Conservatorio de Shanghai, toca una partita de Bach en un violín Stradivari de 1730.

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¡Hola a todos! ¡Es cierto! ¡Stradivarius en China!
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Creo que es la primera vez que ocurre, o al menos la primera vez que vienen tantos, es algo inaudito en este país: casi cincuenta instrumentos originales, entre ellos un montón del siglo XVIII y bastantes del XIX, han sido reunidos en Shanghai y permanecerán aquí sólo hasta el fin de semana. Entre ellos hay dos de Antonio Stradivari, de 1692 y 1730, este segundo brillantísimo, hay también tres de la familia Guarneri, en concreto uno precioso de Guarneri del Gesu de 1741, al parecer una rareza, en perfecto estado y con un sonido muy vivo y cantor, y además hay dos Montagnana, varios Guadagnini, y un montón de instrumentos posteriores italianos, franceses, alemanes e ingleses, así como una colección de arcos franceses del siglo XIX.-
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-¿Qué significa todo esto, aparte de un baño de placeres para quien os escribe, que tanto echa de menos el acceso a la cultura y a la música que se respira en las ciudades europeas? Significa para los músicos chinos, estudiantes, profesores, constructores de violines, una oportunidad única para escuchar en vivo e incluso tocar con sus propias manos, además de reliquias históricas, algunos instrumentos de los mejores talleres que han existido en Europa. Para casi todos ellos se trata de su primera oportunidad en la vida.
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Es cierto que en la sala de conciertos He Luting, del Conservatorio de Shanghai, no parecía haber tanta gente cuando alguno de sus mejores estudiantes, premiados en concursos internacionales, se daban el gustazo de probar ante los asistentes las posibilidades de riqueza sonora que podían dar aquellos objetos de tres siglos que habían reunido a todo, pero durante varias horas siempre vi al menos a una veintena de personas.


Y es que en el mayor productor mundial de violines, especialistas en instrumentos para estudiantes (precio inmejorable y calidad suficiente, cada día más perfecta), la cultura europea, con todo lo de universal que tiene, queda, con todo, algo lejana, y hasta ahora nadie, que yo sepa, se había interesado o atrevido a llevar joyas como estas a un país donde son todavía tan desconocidas.

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El mérito se lo lleva un señor muy agradable, taiwanés, que se llama Chung Dai-Ting y que al parecer tiene en Tainan (台南) una importante colección de instrumentos antiguos, que acaba de abrir una tienda en Shanghai y que ha convencido a nada menos que cinco importantes luthieres europeos para que le presten aquí sus joyas por una semana. ¿El resultado?

Hay quien alucina y se entusiasma con la experiencia, hay quien observa con algo más de aparente indiferencia, hay entre el público quien no se da cuenta de cómo está sonando en realidad lo que tiene delante, pero en general todo el mundo siente que con esta exposición habrá, como me dijo hoy un destacado profesor del conservatorio, "un antes y un después" tanto en la construcción de violines en China como en el interés de los estudiantes por los instrumentos originales (algo totalmente desconocido aquí, por no hablar de lo lejos que están de la corriente historicista por la música antigua que está renaciendo ahora en los círculos europeos).

Los luthieres extranjeros, por su parte, comentan que los chinos son tremendos, que les impresiona el talento que tienen para aprender y asimilar tantas cosas nuevas en poco tiempo, y aseguran que los próximos años darán lugar a violinistas excelentes y virtuosísimos que alcanzarán fama mundial... No me extraña, con toda la presión de la competitividad china, la firmeza del sistema educativo, hasta donde sé, y sólo con pensar que, solamente en Shanghai, hay al menos 10.000 estudiantes sólo de violín en estos momentos... digamos que el interés por la música y la cultura, aunque va a su ritmo, está despegando -un ritmo de proporciones y características chinas, desde luego.-

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Eso se nota hasta en la actitud de la gente. Si hace sólo dos años, en la misma sala He Luting, me quedaba pasmado sin saber qué hacer durante un concierto de Badura-Skoda, que tocaba, ya anciano pero vibrante y limpísimo, la última sonata de Beethoven mientras a mi lado un adolescente pasaba ruidosamente las páginas de una revista y abría sin contemplaciones la protección de plástico del disco que se habría comprado en la puerta, hoy sentí en todo el mundo, jóvenes y adultos, un profundo respeto por los instrumentos y por la música.

No era para menos, entre aquellas pareces estábamos con algunos tesoros que habían visto y hecho vibrar a tantos músicos y aficionados antes de que existiéramos nosotros...

Por ejemplo, el Stradivarius de 1730 de la primera fotografía, que tocaba el estudiante shanghainés, perteneció en su día a Jenö Hubay (1858-1937), un Paganini húngaro hasta donde sé, que he podido encontrar retratado en una imagen de 1912.

Jenö Hubay, retratado junto con su Stradivarius de 1730, el día de un concierto de gala que dio en 1912.

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El estudiante Yang Zhang tocando el Stradivarius, construido en Cremona en 1730, esta tarde.

-Tanta fascinación me produce contemplar con mis propios ojos y fotografiar el mismo objeto que encontramos, ya como una antigüedad, en la imagen de Hubay que tenemos arriba, que no me pude resistir a retratarme a propósito con ese brillantísimo Stradivarius. Espero que os guste el juego que hago con las manos en la foto...

También hice lo mismo con el otro violín que pude escuchar esta tarde, el llamado "Sainton", no sé por qué, de Guarneri del Gesu, de 1741, aunque en esta ocasión más deprisa y pensando más bien que la imagen me serviría para otras cuestiones más profesionales.


El principal Guarneri, cuya familia de constructores es también una de las más importantes de la historia, llamó mucho la atención entre quienes estaban allí hoy, que lo miraron y lo examinaron por todas partes, poco antes de que otro estudiante, un joven prodigio de aire introvertido, llamado Xiang Yu, nos diera el gustazo de oírlo sonar.

A continuación el propio Chung Dai-Ting guardó el instrumento ante la admiración de todos...


Después de escuchar un poco, aproveché la escapada para visitar al profesor Hua Tianren, vicepresidente del conservatorio, que me enseñó con muchísima amabilidad y me pareció que verdadero placer un pequeño taller artesanal de fabricación de violines que tenían montado en una habitación sobre la azotea de unos de los edificios, un lugar de lo más inspirador.
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Hua, un personaje interesante que estudió en Alemania, tímido pero ágil conversador, me mostró cómo los diez alumnos matriculados en construcción de violines se habían leído todos los tratados europeos desde el clasicismo y construían todo a mano, hasta los barnices conseguidos por sus medios mediante pigmentos naturales, y trataban de imitar los métodos de construcción de Stradivari, los Guarneri, Montagnana y compañía... sin haberlos visto nunca más que en los libros ni escuchado más que por grabaciones. Os podéis imaginar lo que la exposición que os estoy contando significa para ellos...
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Aquí Hua me enseña cómo son los moldes originales para construir a partir de ellos y en el tamaño apropiado cada instrumento. Dice que él ya sabe terminar un violín que sirva para tocar de manera profesional en 250 horas, pero que los alumnos necesitan bastante más.
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Desde luego parece que le ponen bastante empeño, aunque quedó muy gracioso cuando, en medio de una conversación sobre la sonoridad y los barnices y sobre lo que les interesaba todo aquello, a uno de los alumnos más jóvenes le sonó el teléfono con una de las melodías de pop chino más machaconas...
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Con todo, si la visita al taller fue una gozada, además me tenían reservada una sorpresa. Los alumnos no sólo construyen, también tocan, como debe ser, y uno de ellos, Bu He, de etnia mongola y nativo de Hohhot (Mongolia Interior, al norte de China), se había construido un instrumento nómada típico de su región, de dos cuerdas, llamado matouqi (马头器, léase "ma-tou-chí", o instrumento de cabeza de caballo, como lo traduciría yo por mi cuenta y riesgo). Se trata de una especie de viola china de dos cuerdas, como el erhu (二胡), pero bastante más sólido y sofisticado, con guresas cuerdas de crines, mayor tamaño y una caja de resonancia con la forma que véis, que recoge la influencia de otros instrumentos árabes de Asia Central, y que Bu decoró con una preciosa cabeza de caballo y "dos peces" de inspiración occidental como bocas del cuerpo del matouqi.
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No entiendo de música mongola más allá del sentido común, pero me pareció que tocaba con gusto, con un sonido bastante limpio y de una manera muy pura. Fue toda una gozada para mí haber visitado hoy aquella clase taller tan artesanal y en contacto con la historia y con la vida, tan antigua y tan joven, tan profundamente interesante...


Al salir a la calle Fuxing Zhong Lu, que da a la parte de atrás del conservatorio, ese conjunto de edificios al que le tengo tanto cariño porque en su residencia de músicos viví, como un refugiado oculto entre los estudiantes, mis primeros días de descubrimiento de esta ciudad inmensa, todo parecía impregnado de una armonía intangible pero claramente existente.

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Tal vez soy sólo yo, pero "Shanghai está llena de cosas interesantísimas por descubrir", me había dicho cómplice y alegremente el profesor Hua cuando nos despedíamos. Efectivamente, pensé, cada cual avanza por la vida cargado de sus propias pasiones, pesares y cosas, cada uno con su historia, sus circunstancias y sus sueños, pero en ocasiones se intuye en lo que existe como una sensación poética, tan vaporosa e imprecisa como evidente e intensa, que da la sensación de que todo esté entretejido en una relación cuya perspectiva total se nos escapa... es inabarcable como la buena música, como las buenas construcciones y los buenos instrumentos, tan perfectos que no entendemos del todo cómo fuimos capaces de llegar a hacerlos. Y, sin embargo, queriendo avanzar y avanzado, ¡llegamos!
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miércoles, 18 de abril de 2007

Llueve y llueve

Hotel de la Paz, a ambos lados, en Nanjing Dong Lu, esta tarde. -
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¡Hola a todos!

En esta ciudad está el tiempo que no deja de llover. Es delicioso y agotador a la vez, pero deja el aire tan limpio que en el fondo da gusto, a pesar de que se forman tales atascos que es imposible casi moverse con ningún transporte público, y hoy anduve varias horas sobre la lluvia, casi tuve que volver andando todo el camino a casa desde Huaihai Lu.


Ha sido un día tranquilo y pesado como el denso caer plomizo de esta lluvia ácida. Estuve en un fantasmal Hotel de la Paz (和平饭店), en la desembocadura de Nanjing Dong Lu (南京东路) en pleno corazón del Bund (el Waitan, 外滩), cuyos dos históricos edificios norte y sur (izquierda y derecha, en la foto de arriba, donde se ve de fondo Lujiazui, 陆家嘴, el distrito financiero que queda al otro lado del río) cerraron desde ayer porque sus nuevos dueños van a remodelarlo por dentro para que sea tan cómodo y lujoso como lo era en los años treinta, cuando con sus doce pisos era el edificio más alto de la ciudad y el más lujoso, y donde hasta la semana pasada solía tocar la banda de jazz más veterana y famosa de la ciudad... Cómo pasan los años, sobre todo en China. Que se lo digan a los rascacielos futuristas que le han salido enfrente. Ahora por la noche ya no parece más que se está frente al mar, como en los tiempos de la concesión británica...


Hoy llueve fuerte y bonito en Shanghai, con todo. La calle de la moda de Huaihai Lu parece subyugada de alguna manera a la lección de humildad que le lanza el cielo, y la ciudad se embota y se mueve tranquila y apretada, lenta, como la lava de un volcán luminoso que descendiera apagándose a los pies de una montaña lavada por la lluvia.

Huaihai Lu, esta noche.-
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Llueve en Shanghai y se va la tarde arrastrando las horas igual que resbalan, se añaden se amontonan y caen las gotas en las ventanas. Con esta lluvia y en esta noche me acuerdo con curiosidad de la anécdota de Neruda que os transcribí el otro día. ¿Qué diría el poeta chileno de una tarde como esta, en la que la naturaleza recuerda su presencia a los hombres y se muestra más fuerte que la inmensa gran ciudad?


Tal vez, como en el principio de una de aquellas odas elementales, empezaría cantando:

Anoche
vino
ella,
rabiosa,
azul, color de noche,
roja, color de vino,
la tempestad
trajo
su cabellera de agua,
anoche quiso
dormir sobre la tierra.
Llegó de pronto
recién desenrollada
desde su astro furioso,
desde su cueva celeste,
quería dormir
y preparó su cama (...)-
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Pablo NERUDA, Odas elementales (1954).

Huaihai Lu, esta noche.

martes, 17 de abril de 2007

Domingueando en Shanghai

¡Hola de nuevo!

Espero que me perdonéis que os escriba del dominguear un lunesmartes por la noche, pero ayer se hizo tan tarde que no pude escribiros todo lo que me habría gustado. Esta noche es clara y fresca, tan clara que permite ver las estrellas, y tan limpia y fresca que apetece casi hablar de ella y olvidar lo demás, pero me guardaré estas agradables sensaciones y os contaré lo que os tenía guardado de anoche para contaros hoy.

Quería enviaros algunas fotos más de ambiente sobre la vida en Shanghai, y en el caso de un humilde 西班牙的上海人 como yo, en una tarde de domingo como la de ayer, con una lluvia intermitente y al fin un aire fresco de primavera, ¿qué mejor se puede hacer que salir a pasear y respirar la ciudad? (en una de esas veces deliciosas en que se puede respirar agusto en este hormiguero inmenso y neblinado).

Claro, que pasear, en esta ciudad de contrastes, se puede hacer de muchas maneras. Se puede hacer en el cochecito leré de arriba, cuyas cocheritas iban mirando al personal, por las calles de la antigua concesión francesa, con autosuficiencia de perdonavidas, o se puede hacer de vuelta de vender unas hortalizas, como esta pareja que se nos cruzó no muy lejos de una calleja que corta con una paralela hacia la altura de 重庆南路.



Aunque la manera más deliciosa de recorrer Shanghai es, como había dicho, la bicicleta, y muchas veces, como en casi todas las ciudades, lo ideal, si no está el aire muy sucio, es ir andando. Si no, ya que es domingo, para las grandes distancias nada mejor que la siempre tan variada oferta de taxis locales...



Mis compañías favoritas son las que te reciben, al poner el contador en marcha, con una grabación publicitaria de un número de teléfono donde te informan de la oferta de restaurantes de la ciudad. Es genial, porque como eslogan hacen un juego de palabras con el teléfono: "5757 5777", exclama una voz cantora ("wu qi, qu qi, wu qi qi qi", ya sabéis que, para entendernos, podéis leer la q del pinyin como una che nuestra).

Enseguida responde una voz, imitando: "我吃,我吃, 我吃吃吃!" ("wo chi, wo chi, wo chi chi chi!", que viene a ser:"¡yo como, yo como, yo como, como, como!"). ¿Verdad que es genial? Sólo que yo al principio lo entendía mal, y en vez de 我吃 ("wo chi", yo como) comprendía 我去 ("wo qu", yo voy), así que si no me lo explican pensaba que la publicidad era del propio taxi, para llamar al número ese y que te llevaran donde quieras. Pero bueno, no iba tan desencaminado...

En fin: pocos parques hay tan tranquilos en el centro de Shanghai como el parque Fuxing, antiguo parque francés, que queda en el barrio de la chica más bonita de la ciudad, donde la vida parece tranquila y limpia y lo mismo ves a viejos pescando o haciendo taiqi que a niños patinando o a parejas de la mano, todo entre fuentecillas, paseos y árboles, a pesar de estar en pleno corazón urbano.-
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En una de las zonas que más me gustan del parque hay una estatua enorme de Marx y Engels, que según leí fue colocada en 1985.


Es un lugar apacible y tranquilo, donde ayer un señor jugaba al badmington con su hijo (diría que es uno de los deportes más populares al menos en esta parte del país) mientras, detrás, un grupo de ancianitas adorables hacía ejercicios bailando.

Un lugar adorable, creo que muy apreciado por los vecinos de la zona.

Para continuar la plácida mañana dominguera, nada mejor que comer en un buen restaurante que sea bueno, bonito y barato. En la mismísima Huaihai Lu hay un restaurante de una cadena que reúne todas las condiciones y que reparte sus establecimientos por las zonas más frecuentadas del centro de la ciudad. A menudo me gusta decir que Shanghai me parece uno de los mejores lugares del mundo para disfrutar de la comida japonesa, porque además de que los clientes exigen suficiente calidad como para que sea tirando a excelente, los precios son muchísimo más cercanos al pueblo trabajador que los que pude encontrar durante mis días de superviviencia en Japón...


Entre sushi, maki, tempura y otras delicias también locales, uno se encuentra hasta excelentes bocados de salmón al limón... servidos no como otros platos con algas, como ya sorprendí una vez a mi madre, sino oh sorpresa maravilla de las maravillas, que sorprenderá sobre todo a mi familia toda: servidos sobre grandes hojas de ricas... ¡ortigas!


He de aclarar que no picaba; eso sólo ocurre cuando se le baña en un pigmento verdoso llamado washabi, de origen creo que marino (ay, mi ingnorancia) que se añade al vinagre de soja, y entonces es que ni los pimientos de Padrón... pero esa es otra historia que deberá ser contada en otro momento y en otro lugar, al estilo de Ende.

En fin, como muestra un cartelito que había junto a los baños del restaurante, cuando uno se acostumbra a los sabores locales, China es un paraíso también como España, para disfrutar como un niño comiendo...

我要吃! - ¡Quiero comer! -
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Después no hay nada como pasearse por una de las zonas más extrañas y bonitas del viejo Shanghai (o lo que queda de él), rebautizada como Xintiandi (新天地, el Nuevo Cielo en la Tierra, según mi interpretación). -
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Se trata, como véis, de un barrio pequeñito, hecho de antiguas casas como eran las calles chinas de la antigua concesión francesa, pisos bajos tradicionales con un estilo ecléctico, hechos de ladrillos negros y algunos cocidos al rojo arcilla, llamados shikumen. Alrededor hay rascacielos comerciales y de oficinas, edificios nuevos, tiendas, pero allí, en la compañía de un estanque sereno y pequeño que es una gozada de noche, del que tal vez hablaré otro día por su romanticismo y por el cariño que le tengo, perviven las dos o tres últimas callejas por fuera intactas de shikumen. Ahora lo que hay ahí por dentro, y por fuera, es Xintiandi, es decir, la zona pija más cara y obscena -por los precios y el ambiente expatriado obtuso occidental y comercial de todo- de toda esta viciosa ciudad, conocida desde que los extranjeros la levantaran como tal con nombres que van desde la Perla de Oriente, que se mantiene, hasta la Puta de Oriente, que hoy en día se escucha menos, aunque desde luego no sorprende tampoco, conocida la reputación de lugar de perdición que tenía y que le dieron los años treinta...-
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Curiosidades y contrastes, la foto que acabo de poner arriba es uno de los lugares más fotografiados de la ciudad, porque van autobuses todos los días desde remotas provincias a visitar el lugar: en esa casa se fundó, en 1921, el Partido Comunista de China, con un joven Mao Zedong dentro entre la decena de conspiradores que se reunieron allí en un primer congreso, a escondidas de la policía de la concesión francesa. (Al fondo están el lago y el edificio central de la asesoría PriceWaterhouseCoopers)....).-
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Me guardo la historia para otra ocasión, y os pido que me acompañéis a terminar el paseo.


Vamos hacia otro de los lugares más fotografiados de Shanghai: los jardines de Jade (Yu Yuan, 玉园) y los bazares contiguos, el Templo de los Dioses de la Ciudad... No hablaré tampoco apenas de ellos esta vez, pero lo haré en el futuro con fotografías dedicadas a esas callejuelas bonitas y convertidas casi en un parque temático, y a las callejas verdaderas que se esconden detrás.

Ayer con la lluvia, extrañísimamente para un fin de semana, había muy poca gente en comparación con los enjambres humanos que suelen saturar este lugar, y el normalmente intransitable puente de las nueve esquinas, frente a su famosísima casa de té del estanque, lucía así de tranquilo ayer al caer la noche:


Mientras cerraban las tiendas y el aire nuevo y fresco de la noche recién llovida refrescaba los corredores, era una gozada pasear mientras las formas parecían revestirse de los más espléndidos buenos espíritus del pasado...


Con todo, no quiero decir ninguna barbaridad. Durante la Semana Santa, coincidiendo por una vez de manera extrañísima con el 5 de Abril, día de barrer las tumbas establecido según es costumbre (para una fiesta fija que hay en China y para una lunar que hay en Occidente, como hace notar mi colega ChinoChano, vaya coincidencia), fue el momento en que los espíritus salen por la noche y dice la superstición china que es mejor no salir de casa mientras no esté el sol, porque a veces es peligroso. Dura la alerta no sé cuántos días antes y después de esa noche, así que creo que acabamos de pasar ese período. -
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En las propias callejas colindantes a los Yu Yuan había esta tienda con la radio a tope llenando el aire de cantares budistas. Entre hipnotizadores y sagrados saludos a la flor del loto ("Om mani padme hum") y dioses en altares de plástico a los que ofrecer mandarinas y colocar en casa en la cocina, encima de la nevera como vi maravillado una vez, en la tele aparecía el disco, versión karaoke de los cantos sagrados. Me pareció maravilloso. Al parecer se utiliza en las fechas que decía ahora, en que los espíritus rondan, para apaciguar las almas y con la ayuda de los seres superiores permanecer a salvo.


Algún día quisiera contaros -y saber mucho, mucho más- de las maneras maravillosas en que los chinos se protegen de sus supersticiones. Si nosotros ponemos ramitas de olivo santificadas en Domingo de Ramos bajo nuestras ventanas, ellos construyen calles serpenteantes y ponen dioses, guerreros, leones e incluso palabras para protegerse, y en esta parte de China es común en las casas antiguas encontrar junto o sobre el quicio de la puerta un espejito redondo, pensado para que si un espíritu se dispone a entrar en el hogar, huya espantado por su propio reflejo. -
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A la salida de los bazares, que son mitad arquitectura original y mitad diodos y cartón piedra, está el fabuloso Chenghuang Miao (成黄庙), el Templo de los Dioses de la Ciudad.

Escondido con discreción entre las callejas y las tiendas, siempre me ha dado la impresión de ser uno de los templos más antiguos y puros de la ciudad. Sé que estaba allí ya antes de que llegasen los ingleses, como recuerdo de alguna lectura borrosa, y la primera vez que lo vi, acompañado por He Zhang (Connie), mi primera amiga china, me conmovió bastante la inocencia con la que los caracteres a ambos lados de las puertas del pabellón central decían que si eras bueno todo te iría bien en la vida. Es un lugar precioso, y anoche minutos antes de una fuerte tormenta de primavera, libre de motos, bicis, paseantes y vendedores de frutas acarameladas y yangroucuanr -ya sabéis, 羊肉串, los pinchillos morunos de cordero-, el templo lucía tan misterioso, solitario y mágico como podéis ver en la foto.-
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La atmósfera del templo contagió la noche. Cierto que había alternativas para el colorido, como este restaurante temático tan peculiar, que ofrece las delicias picantísimas de Hunan, la tierra natal de Mao Zedong, y lo hace bien en rojo y con una estética acorde con los tiempos en que conducía China el Gran Timonel. Una vez llegamos a entrar allí dispuestos a cenar, pero olía tanto a tabaco y a picantillo que no pudimos aguantar hasta pedir el menú.


Con todo, como decía, la atmósfera del templo, pétrea y oscura como la noche, brillante, perfumada y eléctrica como la tormernta, impregnó la noche y las calles aledañas.

Saliendo por la puerta que véis se daba a distintas callejas de un Shanghai bien distinto, al que está a la espalda de la cara más superficial y pintoresca del antiguo barrio chino, con sus corredores tradicionales y su calle antigua principal (Shanghai Lao Jie, 上海老街) saturada de tiendas para los turistas.-
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Siempre hay lugar, afortunadamente, para callejas más intimistas y vivas, cercanas a la realidad de la gente.



Saliendo por la puerta que veíais arriba se llega a la Calle del Pueblo, Renmin Lu (人民路), que tiene ahora muchas menos casas bajas tradicionales que cuando la vi por primera vez hace años. En los alrededores del Chenghuang Miao se han derribado vecindarios enteros, que probablemente harán sitio para nuevos centros comerciales de imitaciones baratas y recuerdos turísticos negociales, en un proceso de disecación del corazón chino de esta ciudad europea implantada en una aldeíta de pescadores junto al mar -上海- del río Huangpu...

Las pocas casas que aún resisten tienen un aspecto provisional de supervivencia por algunos días, en los puestecitos parece que estuvieran listos para marcharse a otra ciudad en cualquier momento, dispuestos a dejar que se desmorone entera en un momento todo lo que queda de la casa a sus espaldas.


Bajo la lluvia, paralela a lo lejos al curso del río, la Renmin Lu antaño conformada por pequeñas y viejas casitas tradicionales y eclécticas shanghainesas, luce el aspecto que véis: con algunos edificos a la izquierda e inmensos terrenos vacíos, entre la calle y la orilla del río, a la derecha. Los rascacielos que véis brillar a lo lejos son ya Lujiazui (陆家嘴), el distrito financiero de Shanghai, en Pudong (浦东), el inmenso y nuevo lado este del río. (Hasta se puede intuir, debajo a la derecha de la farola, bajo los cables, a lo lejos, la inmensa y colorida pelota de la torre más alta de Asia, la antena de televisión y mirador Perla de Oriente).

En los nuevos y también provisionales espacios vacíos que, hasta que comiencen las obras que correspondan en tan valiosos suelo, permanecen inmensos, planos e inútiles en medio de la ciudad, se han instalado también provisionales aparcamientos, prácticamente vacíos al menos ayer, aunque en una zona tan devastada poca gente parece que pueda estar interesada en aparcar ahi, la verdad; no parece que vaya a ser un negocio el de los aparcamientos mucho más duradero de lo necesario. Sin embargo, en su dureza, bajo la lluvia y la noche su entrada presentaba un aspecto poético.

Como no podía perderme echar un vistazo, me adentré unos metros mientras el vigilante veía la tele, y encontré lo que véis a continuación: un garaje habitado con otro vigilante que vía la tele, la planicie del aparcamiento casi desierta extendiéndose bajo la penumbra y en la humedad tras la lluvia, y a lo lejos, luminosos y casi diabólicos, mágicos como apariciones, gigantescos al otro lado invisible del río, que corre oculto tras los muros del aparcamiento, alzándose como titanes de acero, cristal y luz, los rascacielos de Lujiazui, con la torre Perla de Oriente (a la derecha) y las dos torres que albergan la pantalla de televisión más grande del mundo.


Mientras hacían su rico despliegue de iluminaciones y lucían su inmensa elegancia futurista, a este lado de la realidad el panorama era tan sencillo como un garaje con un televisor, un neón y un hombre en una silla vigilando un aparcamiento sin asfaltar donde había un solo coche.-
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A cierta distancia de allí, en el corazón de Puxi (浦西), la vieja ciudad, la orilla oeste del río, la transitada calle peatonal de Nanjing Dong Lu (南京东路), que forma la parte más brillante de la avenida comercial más larga del mundo, seguía con lluvia y todo desplegando todos sus neones seductores y fascinantes, que la hacen uno de los pocos lugares del mundo capaces de competir en espectacularidad callejera nocturna, en ocasiones, con el barrio tokiota de Shibuya.

Allí, con el rocío limpio de la noche, emerge brillante e imponente ya la medio sombra, con sus antenas, de ese Gran Cabrón metálico que es el Hotel Le Royal Méridien, que ninguno de quienes me habéis visitado aquí ha llegado a ver terminado, iluminado y en marcha. -

-En la calle las tiendas siguen abriendo hasta tarde, el puesto tradicional de mantou los sigue vendiendo, la botella gigante de neón de Coca-Cola sigue iluminando de rojo el rostro de las muchachas, los mendigos persiguen a los extranjeros, las niñas con rosas a las parejas, los moteros de la policía a los vendedores de cocos y piñas, las señoritas más guapas siguen tratando de engañar a los extranjeros solitarios para que les inviten a cafés y tés de facturas millonarias con la excusa de practicar el inglés, y los espírtitus más mercenarios que se te acercan siguen siendo capaces de ofrecer, negativa tras negativa tuya, películas pirata, películas pornográficas, masajes, prostitutas de todas las edades, hachís y a su madre en una bandeja si se la pidieran.-
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Afortunadamente también ayer hacía una noche clara y fresca, tan clara que permitía a las parejas pasear por la calle bajo los neones como si fueran estrellas, y tan limpia y fresca que apetecía, con las puertas abiertas y todos los sentidos, nadar y empaparse de ella.

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