martes, 17 de abril de 2007

Domingueando en Shanghai

¡Hola de nuevo!

Espero que me perdonéis que os escriba del dominguear un lunesmartes por la noche, pero ayer se hizo tan tarde que no pude escribiros todo lo que me habría gustado. Esta noche es clara y fresca, tan clara que permite ver las estrellas, y tan limpia y fresca que apetece casi hablar de ella y olvidar lo demás, pero me guardaré estas agradables sensaciones y os contaré lo que os tenía guardado de anoche para contaros hoy.

Quería enviaros algunas fotos más de ambiente sobre la vida en Shanghai, y en el caso de un humilde 西班牙的上海人 como yo, en una tarde de domingo como la de ayer, con una lluvia intermitente y al fin un aire fresco de primavera, ¿qué mejor se puede hacer que salir a pasear y respirar la ciudad? (en una de esas veces deliciosas en que se puede respirar agusto en este hormiguero inmenso y neblinado).

Claro, que pasear, en esta ciudad de contrastes, se puede hacer de muchas maneras. Se puede hacer en el cochecito leré de arriba, cuyas cocheritas iban mirando al personal, por las calles de la antigua concesión francesa, con autosuficiencia de perdonavidas, o se puede hacer de vuelta de vender unas hortalizas, como esta pareja que se nos cruzó no muy lejos de una calleja que corta con una paralela hacia la altura de 重庆南路.



Aunque la manera más deliciosa de recorrer Shanghai es, como había dicho, la bicicleta, y muchas veces, como en casi todas las ciudades, lo ideal, si no está el aire muy sucio, es ir andando. Si no, ya que es domingo, para las grandes distancias nada mejor que la siempre tan variada oferta de taxis locales...



Mis compañías favoritas son las que te reciben, al poner el contador en marcha, con una grabación publicitaria de un número de teléfono donde te informan de la oferta de restaurantes de la ciudad. Es genial, porque como eslogan hacen un juego de palabras con el teléfono: "5757 5777", exclama una voz cantora ("wu qi, qu qi, wu qi qi qi", ya sabéis que, para entendernos, podéis leer la q del pinyin como una che nuestra).

Enseguida responde una voz, imitando: "我吃,我吃, 我吃吃吃!" ("wo chi, wo chi, wo chi chi chi!", que viene a ser:"¡yo como, yo como, yo como, como, como!"). ¿Verdad que es genial? Sólo que yo al principio lo entendía mal, y en vez de 我吃 ("wo chi", yo como) comprendía 我去 ("wo qu", yo voy), así que si no me lo explican pensaba que la publicidad era del propio taxi, para llamar al número ese y que te llevaran donde quieras. Pero bueno, no iba tan desencaminado...

En fin: pocos parques hay tan tranquilos en el centro de Shanghai como el parque Fuxing, antiguo parque francés, que queda en el barrio de la chica más bonita de la ciudad, donde la vida parece tranquila y limpia y lo mismo ves a viejos pescando o haciendo taiqi que a niños patinando o a parejas de la mano, todo entre fuentecillas, paseos y árboles, a pesar de estar en pleno corazón urbano.-
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En una de las zonas que más me gustan del parque hay una estatua enorme de Marx y Engels, que según leí fue colocada en 1985.


Es un lugar apacible y tranquilo, donde ayer un señor jugaba al badmington con su hijo (diría que es uno de los deportes más populares al menos en esta parte del país) mientras, detrás, un grupo de ancianitas adorables hacía ejercicios bailando.

Un lugar adorable, creo que muy apreciado por los vecinos de la zona.

Para continuar la plácida mañana dominguera, nada mejor que comer en un buen restaurante que sea bueno, bonito y barato. En la mismísima Huaihai Lu hay un restaurante de una cadena que reúne todas las condiciones y que reparte sus establecimientos por las zonas más frecuentadas del centro de la ciudad. A menudo me gusta decir que Shanghai me parece uno de los mejores lugares del mundo para disfrutar de la comida japonesa, porque además de que los clientes exigen suficiente calidad como para que sea tirando a excelente, los precios son muchísimo más cercanos al pueblo trabajador que los que pude encontrar durante mis días de superviviencia en Japón...


Entre sushi, maki, tempura y otras delicias también locales, uno se encuentra hasta excelentes bocados de salmón al limón... servidos no como otros platos con algas, como ya sorprendí una vez a mi madre, sino oh sorpresa maravilla de las maravillas, que sorprenderá sobre todo a mi familia toda: servidos sobre grandes hojas de ricas... ¡ortigas!


He de aclarar que no picaba; eso sólo ocurre cuando se le baña en un pigmento verdoso llamado washabi, de origen creo que marino (ay, mi ingnorancia) que se añade al vinagre de soja, y entonces es que ni los pimientos de Padrón... pero esa es otra historia que deberá ser contada en otro momento y en otro lugar, al estilo de Ende.

En fin, como muestra un cartelito que había junto a los baños del restaurante, cuando uno se acostumbra a los sabores locales, China es un paraíso también como España, para disfrutar como un niño comiendo...

我要吃! - ¡Quiero comer! -
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Después no hay nada como pasearse por una de las zonas más extrañas y bonitas del viejo Shanghai (o lo que queda de él), rebautizada como Xintiandi (新天地, el Nuevo Cielo en la Tierra, según mi interpretación). -
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Se trata, como véis, de un barrio pequeñito, hecho de antiguas casas como eran las calles chinas de la antigua concesión francesa, pisos bajos tradicionales con un estilo ecléctico, hechos de ladrillos negros y algunos cocidos al rojo arcilla, llamados shikumen. Alrededor hay rascacielos comerciales y de oficinas, edificios nuevos, tiendas, pero allí, en la compañía de un estanque sereno y pequeño que es una gozada de noche, del que tal vez hablaré otro día por su romanticismo y por el cariño que le tengo, perviven las dos o tres últimas callejas por fuera intactas de shikumen. Ahora lo que hay ahí por dentro, y por fuera, es Xintiandi, es decir, la zona pija más cara y obscena -por los precios y el ambiente expatriado obtuso occidental y comercial de todo- de toda esta viciosa ciudad, conocida desde que los extranjeros la levantaran como tal con nombres que van desde la Perla de Oriente, que se mantiene, hasta la Puta de Oriente, que hoy en día se escucha menos, aunque desde luego no sorprende tampoco, conocida la reputación de lugar de perdición que tenía y que le dieron los años treinta...-
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Curiosidades y contrastes, la foto que acabo de poner arriba es uno de los lugares más fotografiados de la ciudad, porque van autobuses todos los días desde remotas provincias a visitar el lugar: en esa casa se fundó, en 1921, el Partido Comunista de China, con un joven Mao Zedong dentro entre la decena de conspiradores que se reunieron allí en un primer congreso, a escondidas de la policía de la concesión francesa. (Al fondo están el lago y el edificio central de la asesoría PriceWaterhouseCoopers)....).-
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Me guardo la historia para otra ocasión, y os pido que me acompañéis a terminar el paseo.


Vamos hacia otro de los lugares más fotografiados de Shanghai: los jardines de Jade (Yu Yuan, 玉园) y los bazares contiguos, el Templo de los Dioses de la Ciudad... No hablaré tampoco apenas de ellos esta vez, pero lo haré en el futuro con fotografías dedicadas a esas callejuelas bonitas y convertidas casi en un parque temático, y a las callejas verdaderas que se esconden detrás.

Ayer con la lluvia, extrañísimamente para un fin de semana, había muy poca gente en comparación con los enjambres humanos que suelen saturar este lugar, y el normalmente intransitable puente de las nueve esquinas, frente a su famosísima casa de té del estanque, lucía así de tranquilo ayer al caer la noche:


Mientras cerraban las tiendas y el aire nuevo y fresco de la noche recién llovida refrescaba los corredores, era una gozada pasear mientras las formas parecían revestirse de los más espléndidos buenos espíritus del pasado...


Con todo, no quiero decir ninguna barbaridad. Durante la Semana Santa, coincidiendo por una vez de manera extrañísima con el 5 de Abril, día de barrer las tumbas establecido según es costumbre (para una fiesta fija que hay en China y para una lunar que hay en Occidente, como hace notar mi colega ChinoChano, vaya coincidencia), fue el momento en que los espíritus salen por la noche y dice la superstición china que es mejor no salir de casa mientras no esté el sol, porque a veces es peligroso. Dura la alerta no sé cuántos días antes y después de esa noche, así que creo que acabamos de pasar ese período. -
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En las propias callejas colindantes a los Yu Yuan había esta tienda con la radio a tope llenando el aire de cantares budistas. Entre hipnotizadores y sagrados saludos a la flor del loto ("Om mani padme hum") y dioses en altares de plástico a los que ofrecer mandarinas y colocar en casa en la cocina, encima de la nevera como vi maravillado una vez, en la tele aparecía el disco, versión karaoke de los cantos sagrados. Me pareció maravilloso. Al parecer se utiliza en las fechas que decía ahora, en que los espíritus rondan, para apaciguar las almas y con la ayuda de los seres superiores permanecer a salvo.


Algún día quisiera contaros -y saber mucho, mucho más- de las maneras maravillosas en que los chinos se protegen de sus supersticiones. Si nosotros ponemos ramitas de olivo santificadas en Domingo de Ramos bajo nuestras ventanas, ellos construyen calles serpenteantes y ponen dioses, guerreros, leones e incluso palabras para protegerse, y en esta parte de China es común en las casas antiguas encontrar junto o sobre el quicio de la puerta un espejito redondo, pensado para que si un espíritu se dispone a entrar en el hogar, huya espantado por su propio reflejo. -
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A la salida de los bazares, que son mitad arquitectura original y mitad diodos y cartón piedra, está el fabuloso Chenghuang Miao (成黄庙), el Templo de los Dioses de la Ciudad.

Escondido con discreción entre las callejas y las tiendas, siempre me ha dado la impresión de ser uno de los templos más antiguos y puros de la ciudad. Sé que estaba allí ya antes de que llegasen los ingleses, como recuerdo de alguna lectura borrosa, y la primera vez que lo vi, acompañado por He Zhang (Connie), mi primera amiga china, me conmovió bastante la inocencia con la que los caracteres a ambos lados de las puertas del pabellón central decían que si eras bueno todo te iría bien en la vida. Es un lugar precioso, y anoche minutos antes de una fuerte tormenta de primavera, libre de motos, bicis, paseantes y vendedores de frutas acarameladas y yangroucuanr -ya sabéis, 羊肉串, los pinchillos morunos de cordero-, el templo lucía tan misterioso, solitario y mágico como podéis ver en la foto.-
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La atmósfera del templo contagió la noche. Cierto que había alternativas para el colorido, como este restaurante temático tan peculiar, que ofrece las delicias picantísimas de Hunan, la tierra natal de Mao Zedong, y lo hace bien en rojo y con una estética acorde con los tiempos en que conducía China el Gran Timonel. Una vez llegamos a entrar allí dispuestos a cenar, pero olía tanto a tabaco y a picantillo que no pudimos aguantar hasta pedir el menú.


Con todo, como decía, la atmósfera del templo, pétrea y oscura como la noche, brillante, perfumada y eléctrica como la tormernta, impregnó la noche y las calles aledañas.

Saliendo por la puerta que véis se daba a distintas callejas de un Shanghai bien distinto, al que está a la espalda de la cara más superficial y pintoresca del antiguo barrio chino, con sus corredores tradicionales y su calle antigua principal (Shanghai Lao Jie, 上海老街) saturada de tiendas para los turistas.-
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Siempre hay lugar, afortunadamente, para callejas más intimistas y vivas, cercanas a la realidad de la gente.



Saliendo por la puerta que veíais arriba se llega a la Calle del Pueblo, Renmin Lu (人民路), que tiene ahora muchas menos casas bajas tradicionales que cuando la vi por primera vez hace años. En los alrededores del Chenghuang Miao se han derribado vecindarios enteros, que probablemente harán sitio para nuevos centros comerciales de imitaciones baratas y recuerdos turísticos negociales, en un proceso de disecación del corazón chino de esta ciudad europea implantada en una aldeíta de pescadores junto al mar -上海- del río Huangpu...

Las pocas casas que aún resisten tienen un aspecto provisional de supervivencia por algunos días, en los puestecitos parece que estuvieran listos para marcharse a otra ciudad en cualquier momento, dispuestos a dejar que se desmorone entera en un momento todo lo que queda de la casa a sus espaldas.


Bajo la lluvia, paralela a lo lejos al curso del río, la Renmin Lu antaño conformada por pequeñas y viejas casitas tradicionales y eclécticas shanghainesas, luce el aspecto que véis: con algunos edificos a la izquierda e inmensos terrenos vacíos, entre la calle y la orilla del río, a la derecha. Los rascacielos que véis brillar a lo lejos son ya Lujiazui (陆家嘴), el distrito financiero de Shanghai, en Pudong (浦东), el inmenso y nuevo lado este del río. (Hasta se puede intuir, debajo a la derecha de la farola, bajo los cables, a lo lejos, la inmensa y colorida pelota de la torre más alta de Asia, la antena de televisión y mirador Perla de Oriente).

En los nuevos y también provisionales espacios vacíos que, hasta que comiencen las obras que correspondan en tan valiosos suelo, permanecen inmensos, planos e inútiles en medio de la ciudad, se han instalado también provisionales aparcamientos, prácticamente vacíos al menos ayer, aunque en una zona tan devastada poca gente parece que pueda estar interesada en aparcar ahi, la verdad; no parece que vaya a ser un negocio el de los aparcamientos mucho más duradero de lo necesario. Sin embargo, en su dureza, bajo la lluvia y la noche su entrada presentaba un aspecto poético.

Como no podía perderme echar un vistazo, me adentré unos metros mientras el vigilante veía la tele, y encontré lo que véis a continuación: un garaje habitado con otro vigilante que vía la tele, la planicie del aparcamiento casi desierta extendiéndose bajo la penumbra y en la humedad tras la lluvia, y a lo lejos, luminosos y casi diabólicos, mágicos como apariciones, gigantescos al otro lado invisible del río, que corre oculto tras los muros del aparcamiento, alzándose como titanes de acero, cristal y luz, los rascacielos de Lujiazui, con la torre Perla de Oriente (a la derecha) y las dos torres que albergan la pantalla de televisión más grande del mundo.


Mientras hacían su rico despliegue de iluminaciones y lucían su inmensa elegancia futurista, a este lado de la realidad el panorama era tan sencillo como un garaje con un televisor, un neón y un hombre en una silla vigilando un aparcamiento sin asfaltar donde había un solo coche.-
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A cierta distancia de allí, en el corazón de Puxi (浦西), la vieja ciudad, la orilla oeste del río, la transitada calle peatonal de Nanjing Dong Lu (南京东路), que forma la parte más brillante de la avenida comercial más larga del mundo, seguía con lluvia y todo desplegando todos sus neones seductores y fascinantes, que la hacen uno de los pocos lugares del mundo capaces de competir en espectacularidad callejera nocturna, en ocasiones, con el barrio tokiota de Shibuya.

Allí, con el rocío limpio de la noche, emerge brillante e imponente ya la medio sombra, con sus antenas, de ese Gran Cabrón metálico que es el Hotel Le Royal Méridien, que ninguno de quienes me habéis visitado aquí ha llegado a ver terminado, iluminado y en marcha. -

-En la calle las tiendas siguen abriendo hasta tarde, el puesto tradicional de mantou los sigue vendiendo, la botella gigante de neón de Coca-Cola sigue iluminando de rojo el rostro de las muchachas, los mendigos persiguen a los extranjeros, las niñas con rosas a las parejas, los moteros de la policía a los vendedores de cocos y piñas, las señoritas más guapas siguen tratando de engañar a los extranjeros solitarios para que les inviten a cafés y tés de facturas millonarias con la excusa de practicar el inglés, y los espírtitus más mercenarios que se te acercan siguen siendo capaces de ofrecer, negativa tras negativa tuya, películas pirata, películas pornográficas, masajes, prostitutas de todas las edades, hachís y a su madre en una bandeja si se la pidieran.-
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Afortunadamente también ayer hacía una noche clara y fresca, tan clara que permitía a las parejas pasear por la calle bajo los neones como si fueran estrellas, y tan limpia y fresca que apetecía, con las puertas abiertas y todos los sentidos, nadar y empaparse de ella.

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